Cualquier excusa es buena para dar una vuelta por el
campo vallisoletano en una tarde de otoño. En esta ocasión el destino escogido
son los campos situados entre Viana de Cega y Valdestillas, hacia el sur de la
provincia de Valladolid. Estas zonas las componen superficies pobladas por pequeños
encinares y pinares de piñonero en su mayoría.
Eran alrededor de las 4 de la tarde, el campo estaba
húmedo consecuencia de las lluvias de días pasados, hacía algo de frío y hubo
que echar mano de ropa de abrigo, está claro, ya estamos entrando en noviembre
y las temperaturas comienzan a descender. El cielo estaba cubierto, pero el
viento empujaba a las oscuras nubes fuera de nuestro recorrido previsto.
Comenzamos a caminar a través de una mancha de encinar, coto de caza que se
mantiene bastante espeso y cerrado, los conejos en esta zona abundan y es
frecuente observar indicios de la presencia de jabalí y corzo, pero nosotros de
momento no veíamos ningún movimiento, había demasiada calma, pocos pájaros (un
par de esquivos reyezuelos) y ni un solo ruido.
Cuando esto ocurre no puedes esperar que en esa tarde
veas algo interesante, la intuición te dice que no promete… pero bueno siempre
se pueden sacar fotografías de paisajes y algún que otro detalle curioso que nos
brinda la naturaleza.
Continuamos la marcha a través de agrupaciones de
jarales y llegamos a lo alto del llamado “Monte Blanco”, desde este punto se
observa perfectamente todo el valle del Pisuerga, con sus cerros, largos páramos,
verdes pinares y campos de cultivo. En su zona más alta se encuentra
perfectamente situada una torre de vigilancia forestal, en verano siempre
ocupada por un guarda, atento de la radio e incansable observador con los
prismáticos por si se avista algún fuego.
Alguna que otra bonita foto conseguimos en esta tarde
de campo, pero no todo lo esperado, para la próxima salida esperamos poder
mostrar algún documento algo más espectacular.