El interés que he puesto en dedicar un espacio al toro de lidia está
propiciado por diferentes motivos. Uno de ellos tras comprobar cierta actitud
de reserva sobre el tema que adoptan muchos universitarios, y en especial los de
estudios relacionadas con la biología y la naturaleza.
Para algunos
los toros son algo del pasado, un mito… otros, tienen la idea de un animal al
que se le mantiene encerrado y acosado para por último llegar a un imaginario
circo y allí darle una feroz muerte. Una vertiente más moderna es la de la
defensa a ultranza de la vida del toro bravo derivado de un planteamiento
ecologista, que por supuesto no es ecológico y menos etológico.
El toro de lidia también denominado “toro bravo”, designa a los machos
de una población bovina seleccionada y criada para su empleo en diferentes
espectáculos taurinos que desde hace siglos vienen configurando una cultura y
tradición únicas en el mundo.
Proceden de razas autóctonas de nuestra península Ibérica, que son las
conocidas como tronco “ibérico”. Se caracterizaban por sus instintos hereditarios
de defensa y temperamentales que acaban sintetizándose en la llamada “bravura”,
estudiada ésta en variados trabajos científicos de biología y zootecnia.
A diferencia del resto de razas de ganado doméstico, ésta presentaba
características propias de un bóvido salvaje, autores europeos han señalado
coincidencias morfológicas y de coloración comunes al extinto uro (toro
salvaje).
Y es que durante su vida en semilibertad en las dehesas, el toro de
lidia mantiene también unas costumbres similares a las de un animal salvaje,
formando manadas, defendiéndose de posibles peligros por sí mismo y
desempeñando una labor incalculable en el medio.
En los
ecosistemas utilizables para el desarrollo del toro predominan los espacios
adehesados, de ribera, rasos y praderas naturales que son los que alcanzan el
óptimo funcional. En la dehesa no pueden faltar las especies del género
Quercus: Encina, alcornoque, roble o quejigo. Y en las riberas y torrenteras
estarán presentes los álamos, alisos, chopos y fresnos.
Esta primera entrada, es introductoria del tema que vamos a tratar en
sucesivas: Los encastes del toro bravo. Es este un tema desde mi punto de
vista, apasionante. Cómo desde siglos atrás, cada ganadero ha ido escogiendo
morfologías y comportamientos diversos de los toros y de esta manera ha puesto
la impronta característica a su propia vacada.
Y hay que saber que al bóvido de lidia le distingue de los demás
bovinos, no sólo sus formas y caracteres, sino su hábito temperamental. Y algo
muy interesante es que dentro de cada estirpe (de toro de lidia) encontraremos frecuencias
de los patrones de comportamiento distintas.
Distinguiremos así los morfotipos de Miura, Albaserrada, Santa Coloma, Conde de
la Corte, etc., etc…