9 de abril de 2014

Una mañana de herradero



Una vez atravesadas las callejuelas de Tudela, nos acercábamos ya con el coche hacia la famosa subida vallisoletana de la Parrilla, cuando divisamos al fondo, el páramo, solitario y oscuro, con dificultad,  debido a la espesa niebla en su parte alta. Allí precisamente nos dirigíamos decididos a pasar una buena mañana de campo bravo, claro está, si el tiempo lo permitía.
César Mata, gran conocedor del toro y reconocido en el mundo taurino por sus interesantes artículos publicados, nos invitaba a pasar una jornada campera junto con amigos y allegados. La faena que se iba a realizar en la ganadería de Toros de Tierz era la del herradero.
La definición de herradero está clara, encontramos navegando que “es la acción de marcar con hierro al ganado”. Pues bien en las siguientes líneas describiremos lo que en Toros de Tierz ocurrió y como se hizo, ayudados como no, de fotografías ilustrativas.


El día está gris, pero finalmente la lluvia no hace acto de presencia y la faena se puede llevar a cabo con total normalidad. 
Junto a la plaza de tientas arde una gran fogata, en su torno varios hombres de aspecto campesino extienden hacia las llamas sus manazas. Al fondo se escuchan cencerros, el encierro ya está a punto y alguien ordena "id preparando los hierros". Entre los diferentes hierros, el blasón ganadero es la marca que distingue a la ganadería, los restantes son numeros, del cero al nueve.

Va a comenzar la primera faena que se hace con el toro bravo. Entran en acción los hombretones que estaban congregados a la caricia de la lumbre. Se introduce al animal en el cajón tras pasar por el pasillo desde el corral y ahí se le inmoviliza. "Macho", enjuicia el mayoral. El hierro de la ganadería es apartado del fuego, está al rojo encendido. Se aplica al lomo derecho del animal, una ligera columna de humo se eleva de su piel que arde y al arder despide el acre olor a carne quemada que no es desagradable al olfato de la gente ibérica. 
Luego en el centro de su cuerpo se le aplica el hierro que lo numera, por este número será conocido. La numeración de las becerras es distinta a la de los machos. Las vaquitas sufren otra quemadura con el número terminal del año de nacimiento.
Cuando todo esto termina, el becerro queda en libertad. Ahora a los presentes les toca el almuerzo, chorizos, lomo y pancetas en las brasas preparadas, acompañados de vino tinto y refrescos, las charlas se suceden y se comenta lo acontecido, a medio día finaliza la faena.